27/4/09

El recuerdo de montar a caballo

Ayer me vino a la mente las pocas veces que he tenido que montar a caballo. Supongo que de haber tenido la oportunidad la idea de la vida del campo me hubiese parecida estupenda, pero no fue así, la vida del campo que me toco ver no fue la del hacendado (aunque bien pudo haber pasado así, pero esa es otra historia) sino la del campesino que labra la tierra para sostener a su familia.

Recuerdo esa sensación de cabalgar en el campo, de utilizar camisa de manga larga y sombrero para poder trabajar a gusto ya sea sembrando tres semillas de maíz y dos de calabaza cada tres pasos, quitando la maña hierba o bien abriendo los surcos para que cuando llueve no se ahogue la planta, ni la arranque y pueda el agua correr entre las milpas humedeciendo toda la parcela.

También recordé de esas noches de jaripeo a las cuales iba no por gusto sino porque no había otra opción, ver a los montadores arriesgar su vida al montar semejantes animales que de un solo chingadazo te pueden quebrar algo, ver a los pobres animales con hambre y sed encerrados en el corral cercano al jaripeo mientras esperan su turno para pasar a divertir a la gente, para mi así no maten con banderillasos a estos pobres animales me parece que el maltrato por diversión no es algo chido.

Y también recordé a esa niña de ojos verdes y cabellos claros, sin olvidarme de todas esas promesas de amor que un día nos hicimos para nunca cumplir, pero que todo el mundo sabía y aun hoy en día me hacen recordarlas.

Y sin embargo el recuerdo me hace sonreír, porque a pesar de que siempre me sentí como fuera de lugar y de que nunca fui como el primo favorito, mucho menos el nieto consentido, el recuerdo de montar a caballo me trae días donde la vida eran tan poquitas cosas y se podía ser feliz con simplemente correr por las calles hacia ningun lado en particular.

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